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Francisco a los Agustinos Recoletos

El consejo general y los ocho priores provinciales de la Orden de Agustinos Recoletos asistimos el 10 de abril a la audiencia del Papa Francisco. Fue para todos nosotros una experiencia de comunión y a la vez un gesto de disponibilidad. El Santo Padre nos recordó que somos hijos de Dios: «¡Podemos vivir como hijos! Esa es nuestra dignidad, tenemos dignidad de hijos. Comportémonos como verdaderos hijos. Esto significa que cada día tenemos que dejar que Cristo nos transforme… significa tratar de vivir como cristianos, tratar de seguirle, incluso si vemos nuestras limitaciones y debilidades».

Al saludar personalmente al Papa Francisco le manifesté que los agustinos recoletos estamos a su disposición. Estamos en diecinueve naciones, también en Argentina –le dije–. Me respondió con una sonrisa, diciendo: «Ya los conozco». A mi lado un niño le entregó un dibujo en que le decía que verle a él le recordaba que Dios es su papá. El Santo Padre le agradeció el dibujo con un abrazo.

El consejo general y los priores provinciales hemos mandado un mensaje al Santo Padre, y en él le decimos que nos hemos alegrado mucho de que el Señor le haya elegido como Obispo de Roma y Pastor de toda la Iglesia. Sus palabras nos llegan al corazón y sus gestos nos animan a vivir el Evangelio. Le manifestamos también que deseamos ser fieles al carisma recibido y para ello, con nuestra oración, nuestra vida comunitaria y el servicio a la Iglesia deseamos revivir el espíritu de san Agustín y buscar aquello que más nos enciende en el amor a Dios y a los hermanos. En nombre de la Orden le hemos dicho que rezamos por él y que estamos a su disposición para anunciar el Evangelio. En fin, le pedimos que nos ayude a amar de corazón y a servir con humildad a la Iglesia.

Del 8 al 12 de abril nos reunimos el consejo y priores provinciales para reflexionar sobre el proceso de revitalización y reestructuración de la Orden. Ante las resistencias de algunas personas o frente a cuestiones que parecen irresolubles, puede surgir la tentación de considerar inútil cualquier esfuerzo. Entre nosotros el gobierno es un servicio de caridad y en este tiempo corremos el peligro de convertirnos en gestores de la rutina, resignándonos a la mediocridad, inhibiéndonos de toda intervención, sin ánimo para señalar las metas de una vida evangélica coherente y corriendo el riesgo de dejar apagarse el amor de los comienzos y el deseo de testimoniarlo.

Fuente: Religión Digital